El argentino pasional, la diada cultural del padre-entrenador, los niños y las presiones. El combo que analizaron: Hernán Rivero, profesor del Centro Formativo; Alejandro Calvo, ex coordinador de inferiores de Atlético Pilares; Gastón Hernández jugador de San Lorenzo de Almagro y el psicólogo Marcos Masnú.
Los insultos y agresiones, son prácticamente, moneda corriente en las canchas de Sudamérica. Pero, ¿qué pasa cuando todo esto sucede en encuentros donde los protagonistas son niños y son los propios padres los que las cometen? Presiones a los niños, provocaciones a los ‘rivales’, agravios a los árbitros, exigencias a los técnicos.
Fuimos a las fuentes, y en el caso de Hernán Rivero y Alejandro Calvo, encontramos coincidencia en el pensamiento y en el discurso: primero, ambos fueron testigo de situaciones en la que a algún padre ‘se le salió la cadena’ y tuvieron que intervenir para calmar los ánimos. Ambos manifestaron que, mediante la comunicación, hay que educar a los padres. Explicarles que los niños van a tener tiempo para ganar, pero que lo ideal cuando son chicos, es que se diviertan. Gastón Hernández sustentó esta teoría, ya conocida por todos, pero poco valorada: “cuando sos chiquito jugás para divertirte, no creo que sea tan importante ganar”. Marcos Masnú (Mat.3480) agregó que “los chicos juegan por jugar y ganar es un plus, no el objetivo”.
El ex coordinador de Pilares, profundizó en que “la presión es mucho menor de lo que era antes. Hay muchos padres que están tomando conciencia; es un porcentaje menor, pero están cambiando el paradigma del padre-entrenador. Además, hay una parte cultural, el argentino lleva el fútbol muy arraigado, somos muy competitivos. Eso también influye; no vamos a vivir nunca el fútbol como un europeo”. Apuntó, a su vez, al rol entrenador como también educador de padres, siempre y cuando tenga el respaldo y las herramientas brindadas por el club para lograrlo exitosamente.
El aporte desde lo psicológico, tiene que ver con “un contrato social entre la institución y la familia que se lleva. Porque si en el club dicen que van a competir y van a ganar tal o cual torneo vas a tener padres ‘adiestrados’ para que aliente para divertirse, pero además tenes una parte competitiva”.
Hernán Rivero puntualizó en el efecto que producen estas acciones sobre los niños, “los chicos se frustran, se desaniman porque un error, a veces, no pasa desapercibido para los padres. Los reclamos y las presiones afectan el ánimo del chico que se está formando como jugador”. Gastón, desde su experiencia en el campo sumó, que cuando las cosas no salen “que te griten de afuera, vos esforzarte y ver que no te salen, creo que es peor”. Calvo agregó que “los chicos que tienen su personalidad más o menos formada, muchas veces un grito lo despierta. Si son infantiles o están en plena adolescencia, la presión o el insulto no creo que sean positivo y si es, lo es en un porcentaje mínimo”.
Del mismo modo, señaló que “los padres no entienden que los chicos se tienen que equivocar para aprender. Si no hay un ensayo error, el chico lo que espera es el grito del padre o del entrenador, si no me gritan no salto, no corro. Se acostumbran a que los manejen como la Play Station”. Crecer y madurar en este deporte es importante para superar este tipo de escenarios; el central de San Lorenzo, manifestó que “de grande uno se va dando cuenta solo que lo que importa es lo que pasa adentro de la cancha y no lo que dicen de afuera. Más después jugando en primera o con la gente, sabes que lo de afuera no importa y tenes que concentrarte con lo que pasa en la cancha”.
La frase que nos queda a todos por responder es: ¿Podemos cambiar la forma de ver el fútbol?, el licenciado en psicología, lo catalogó como “proceso utópico para nosotros como cultura apasionada del fútbol, pero tampoco podemos confundir la pasión con la violencia”. Ejemplificó con hechos culturales de otros países –conductas que fueron modificadas-, como lo que sucedió con los ‘hooligans’ que arrastraban odio y racismo y su cambio fue cultural, pero estuvo acompañado por la ley y por los de arriba. “Si pretendemos que el día de mañana los chicos jueguen por diversión, no se peleen, que tengamos canchas sin alambrado y no nos matemos, el cambio es cultural desde arriba hacia abajo. Se empieza un proceso a largo plazo”.
Las imágenes en cancha del El Porvenir, motivaron esta nota que nos tiene que ayudar a entender como funcionan los pibes y cuando vuelva el fútbol, aplicarlo de verdad, por el bien de todos los chicos de inferiores.