El Xeneize jugó como nunca en el año, venció a Platense de visitante y metió otra victoria. Battaglia suma seis de seis e ilusiona.
Otro Boca. Otro equipo. De cuerpo, alma y espíritu. El que jugó en Vicente López, estuvo/está bastante lejos de los últimos. Y ahí asoma la mejor noticia. Por primera vez, no es el resultado. No es esta nueva victoria por 3 a 1 ante Platense que oxigena, que alivia, que seguramente es muy bien recibida, por supuesto. Por primera vez, lo mejor de lo mejor, fue la actuación, el rendimiento, el juego, la generación, el crecimiento individual y colectivo. Otro Boca.
«Simple y a dos toques«. Eso pidió Battaglia desde que comenzó el partido. Y así jugó su equipo en el segundo encuentro de su ciclo. Con corazón y pases cortos. De ese modo fue superior a Platense. Ejerció el dominio casi total del juego (69% de posesión ya en el PT), como hacía mucho que Boca no lo tenía. Y fue metiendo a su rival, primero en su campo, y más tarde, contra su propio arco.
La curiosidad que tuvo la primera etapa fue, acaso, que ninguno de los dos goles tuvo que ver con el desarrollo. El 1-0 de Briasco, pese al dominio de Boca, llegó por un pelotazo de Izquierdoz, que Beto buscó al vacío y que definió por la complicidad y el error de De Olivera y Acevedo, para así marcar su primer gol con la azul y oro.
Pero ni ese golpe inesperado ni el descanso frenó a Boca. Salió, en el ST, igual o mejor que en el primero. Tuvo frescura en Molinas, decisión y desequilibrio en Briasco (su mejor partido desde que llegó), juego asociado con Ramírez, firmeza con Varela (salvo la falta del final), presencia en el área con Vázquez (más allá de que no le quedó ninguna clara) y claridad en el Pulpo González. Su gol, el 2-1, el que confirmó todo lo bueno, fue un reflejo: a colocar, abriendo el pie derecho, desde afuera del área, una obra de su calidad.
Con el 2-1, Boca ganó, además, en confianza. Y fue por más. El 1-1 de Platense, conseguido de la nada, ya había sido suficiente aviso como para no relajarse. Y no lo hizo. Hubo, además del juego, un cambio de cabeza de un ciclo a otro. Como si la salida de Russo hubiera ayudado a desatar, a liberar, a descomprimir. Y así, también desde lo mental, fue otro equipo. Más integral, más completo, más armado, más voraz.
La mano del nuevo DT también se vio en los cambios. Las variantes de arranque resultaron. Todas. Sandez rindió mejor que Fabra (hasta pegó un tiro en el travesaño), Varela fue más productivo que Rolón, Molinas (aunque en otro puesto) aportó más que Pavón y Pulpo fue más decisivo que Medina (hasta en el marcador). Y, como si fuera poco, bingo: dos dirigidos, dos ganados.
Las señales, esta vez, fueron todas alentadoras: Boca se reencontró con su fútbol contra Platense, jugó el mejor partido del año (o de mínima, el más completo), Briasco debutó en la red, Pulpo se sacó la bronca del que no le dieron ante Mineiro, Pavón volvió a festejar después de mucho tiempo y el equipo de Battaglia, con seis puntos de seis, ahora quedó a seis de la punta. Quién te dice que…
Fuente: Olé
