El Xeneize igualó 0-0 con Corinthians en Brasil: Rossi atajó un penal y el equipo de Battaglia tuvo chances claras para ganarlo. La semana que viene, define de local.
Un partido de Copa sin dueño, de esas noches que la victoria coquetea con los dos y no se deja seducir. En ese marco, aparece la disyuntiva del vaso medio lleno o medio vacío, porque hubo de las dos. La parada de Rossi en el penal (¿en serio que no lo tienen en cuenta para atajar penales en el Mundial?) abona la idea de que el punto suma; la chance de Benedetto un ratito después, que Cassio sacó del águlo, le hace morder los labios a los hinchas.
El mereciómetro fue y vino, ratos para uno y para otro, aunque habrá que admitir que de a poquito el local fue sumando algún que otro poroto más, que de todas maneras no alcanzó para quebrar la paridad y torcer la balanza.
Si la dinámica del partido se proyecta a la revancha, la serie pinta cerrada, con el diablo en los detalles. Corinthians y Boca se parecen desde el diseño táctico y hasta la característica de sus jugadores, con desequilibrio por las puntas y buen juego interno. Con el trasfondo de la guerra fría (ya no tan fría) que viene de los enfrentamientos de la fase de grupo, los casos de racismo, la agresión al ómnibus de Boca, un clima raro que se trasladó a la cancha y que seguramente no quedará ahí.
Quedó dicho, ninguno pudo aprovechar su momento. Rojo enmendó el error del penal al meter un cierre milagroso ante un tiro de Adson, pero enseguida Boca respondió con un lindo tiro libre de Romero que volvió a sacar Cassio. Y después Giuliano volvió a tener una chance neta.
¿Qué le faltó a Boca? Aprovechar mejor los espacios cuando Corinthians se mandaba y dejaba huecos atrás. Zeballos, esta vez, no llenó los zapatos de Salvio, que vio consumir sus últimos minutos como jugador de Boca calentando el banco. Villa, en su debut en la Copa, estuvo más activo, metió un par de centros, pero no fue el jugador decisivo de otros partidos, aunque casi aprovecha en el final un regalo en la salida de Joao Víctor y estuvo a punto de ponerla por arriba.
Entonces, el balance que tiene sinsabores desde el análisis, encuentra una sensación mejor cuando se mira el resultado. Un empate en una cancha difícil ante un rival que sólo perdió un partido de los últimos 17 no es poco. Queda la vuelta en casa, con el calor de la Bombonera como apoyo, ante un rival que, ojo ahí, quizá recupere jugadores clave que no estuvieron aptos en la ida. En una batalla con final abierto, hay lugar para el optimismo.
Fuente: Olé
