Boca dio el zarpazo a octavos de final en Avellaneda y ya se clasificó: buscó más que Racing, lo ganó en el final con gol de Lodeiro y dejó preocupada a la Academia, que ahora no la tiene fácil para clasificar.
La Copa es así. Dura, difícil, impredecible. Boca llegaba con menos margen de error y se fue del Cilindro inflando el pecho, ya clasificado a octavos de final, dándole una paliza a Racing. Fue más en los 90,, quiso más, tuvo ambición, y además de embocarlo en el final lo dejó de cama, preocupado porque el camino en la Libertadores lo vive por primera vez con espinas. ¿Por qué lo ganó Boca en Avellaneda? Porque tuvo la iniciativa de buscarlo, siempre con la premisa de no regalar espacios, de no quedar mal parado, es decir marcando en ataque. Y así la Acadé, en serio, no lo llegó a preocupar ni una sola vez a Orion. Rarísimo: que este equipo goleador de Sava, que salió a la cancha con con Bou-Milito-Licha-Romero, fue muy pasivo y no pateó al arco, casi.
De repente salió el sol para Boca en la Copa, jugándola como hay que jugarla: se paró lejos de su arco, se hizo dueño de la pelota y buscó con paciencia, con la prioridad de cuidar el cero porque se le complicaba si perdía. Fue el partido más copero en una situación de tensión, en esos partidos en los que hay que mostrar carácter, personalidad y vuelo propio. Fue el mejor partido de la era Guillermo por seriedad, más allá del zonzo penal que hizo Fabra (no cobrado). Boca fue paciente e intentó con pases cortos, pelota al pie, así fue como llegó el gol después de que varias veces merodeara el área. ¿La fórmula? Central atrás y uno (Lodeiro) que entra por atrás.