Con la presencia de Almirón en un palco de la Bombonera, el Xeneize cayó 2-1 con Colón y se alejó todavía más de la punta.
Lo peor para un equipo emparchado, armado con retazos por un calendario demasiado apretado (¿tiene sentido meter fechas entre semana justo cuando arrancó la competencia internacional?) es sacar del medio a los 46 segundos. Fue el colmo: una defensa nueva que se tropieza sin poder sacar un pelotazo bombeado para que Wanchope Ábila dibuje una definición de crack y le pida perdón a la gente de Boca cuando ni siquiera se había jugado un minuto.
Desde ahí atrás tuvo que remar Boca, hundido en la grieta entre dos continentes, el de un técnico que se va (Herrón) y el nuevo (Almirón) que miró todo desde el palco. La ventaja es que, con el marcador a favor, Colón se sintió cómodo cerca de Chicco y le cedió la pelota a Boca, con ese 3-5-2 de Pipo que rápidamente se transformó en 5-3-2. Así y todo, Briasco encontraba espacios entre Meza (lateral volante) y Nardelli (zaguero derecho), con un lindo encuentro con Merentiel que casi termina en gol.
Con potencial para lastimar, Colón eligió meter un freno de mano a la ambición. Se entiende desde la lógica de un equipo que no había ganado en el campeonato, que venía de seis empates consecutivos (cinco con Pipo y uno de arrastre desde la salida de Saralegui), pero a Boca le faltaba cambio de ritmo, sorpresa y precisión. En eso, Óscar Romero fue un manual de lo que no hay que hacer en estos casos: demasiado atrás, demasiado lento, demasiado obvio.
Herrón no pudo hacer que el equipo sostuviera lo que, al menos por momentos, mostró en sus dos partidos anteriores. Con nueve cambios respecto al debut de la Copa ante Monagas, el DT saliente hizo lo que pudo con lo que tuvo. Eso sí, no le faltó intensidad. Ni espíritu de búsqueda. Equivocado o no, insistió. Las llegadas, a cuentagotas (un tiro de Langoni allá, un cabezazo de Valentini allá), no reflejan ese ímpetu: más bien cierta tarea fina que compense la ecuación costo-beneficio.
Con Villa y Fabra (que entró para volver a salir), la ecuación no cambió demasiado, lo mismo con los ingresos de Ramírez y Orsini, una película repetida demasiadas veces en estos tiempos. Pero Langoni tuvo un rato de activación, filtró un pase para adentro y Óscar sacó un tiro seco de lejos que, tras rozar en un rival, se le metió a Chicco. Nobleza obliga: el gol despertó algunas neuronas, con el mismo entusiasmo y las mismas limitaciones de antes, pudo haberlo ganado, sin embargo lo perdió por otro error defensivo. En el primer minuto y en el último, un chiste sin remate…
Difícil sacar conclusiones para Almirón, pero en cada plano que la transmisión de televisión le ponchó tenía cara seria, de pocos amigos. Por sus antecedentes, la idea de lo que suelen expresar sus equipos está muy lejos del estilo y del nivel de prestación que son necesarios para competir en el más alto nivel. No será una tarea fácil ni sencilla: Almirón asume con la competencia encima, y el crédito que se le otorga al que recién llega no durará mucho, más que nada porque hay plena competencia, viene una seguidilla de partidos en la que no le será fácil robarle tiempo para entrenar, y Boca es un club que no concede excusas, aunque existan. Y todo, con River 10 puntos arriba. Todavía no asumió y su equipo se fue silbado. Así de complicada la tiene. En qué lío se metió…
Fuente: Olé
