Julián Álvarez sorprendió a Rafael Varas, su primer entrenador en Calchín: le regaló una Kangoo para que pudiera hacer repartos en su trabajo. “Me hizo llorar”, le contó el DT a Olé.
“Ya no uso mi auto: uso el de Julián, ja”.
Rafael Varas se contiene. Evita quebrarse aunque sabe que en algún momento el lagrimal ya no podrá hacerle dique a la emoción. Porque cada vez que escucha nombrar a su pollito, se emociona. Por él. Julián Álvarez. Ese 9 que Marcelo Gallardo ungió titular y que marcó dos goles -más una asistencia- en un par de partidos por Libertadores (San Pablo y Binacional), pero que ya la rompía con la banda roja cruzándole el pecho siendo un juvenil en Club Atlético Calchín. Fue allí donde Rafa arropó como deté al Araña, quien sigue agradeciéndole en continuado por aquella confianza depositada en él.
“Me hizo llorar todo el sábado, el Araña”, le dice a Olé Rafael. Es empleado municipal, además de DT, y en las horas libres refuerza su ingreso haciendo reparto de comida: fideos, pizzas… todo tipo de alimentos. Y fue, al mismo tiempo, compañero de club de Pululo, el papá del juvenil de River, con quien guarda una gran amistad: no hay miércoles que no cenen juntos. “Él jugaba en Primera y yo, en Reserva”, recuerda Varas mientras prepara el terreno para contar cómo hace casi una semana le llevaron a su domicilio un regalo muy especial: una camioneta Kangoo para que pudiera realizar con mayor facilidad las entregas, evitando así que tuviera que utilizar su auto particular, un Ford Ka cinco puertas.
“¿Cómo fue lo de la camioneta? ¡Me la trajo el papá! Juli después me mandó un mensaje de audio por WhatsApp, diciéndome que me agradecía todo lo que había dicho de él en la nota que salió en Olé, en la que contaron su vida. Y que ya Gustavo le había dicho lo del coche, y que me felicitaba”, reconstruye Vargas, todavía incrédulo por el obsequio de la familia Álvarez. “Fui a saludarlos ese mismo día a la noche. Tocamos el timbre con mi señora y, apenas nos vimos, nos largamos todos a llorar”, se le resquebraja la voz.
Fue Rafael quien tranquilizó a Pululo y también al propio juvenil cuando éste se vino a Buenos Aires para jugar en River. El ponía el hombro y repetía que cuando fuera el día, el Araña iba a tener la capacidad para jugar. No le falló el horóscopo. Tanto entiende a Julián y a su familia que prefiere mantenerse a distancia cuando el crack visita Calchín: no quiere sumarse a la revolución que se genera cada vez que él aparece por las callecitas del pueblo de 646 viviendas y que no supera los 3.000 habitantes.
“El gesto de Julián no fue sólo conmigo: compró el auto en una concesionaria de Calchín, el gestor es de Calchín… Ayudó a muchos, no se olvida de sus raíces”, repite Varas incansablemente, ensalzando todavía más al pollo que Gallardo ahora disfruta en River pero que también la rompe en su tierra. Su lugar en el mundo. Donde su deté, Rafa Varas, es tan Napoleón para él como el Muñeco.
Fuente: Olé
