El reconocido entrenador mendocino, se arrimó al «Globo» sanrafaelino, le dio una mano en ese segundo semestre y lo infló de tal manera que voló más alto que ninguno, para terminar cortando las redes en el mismísimo estadio naranja de Rivadavia.
-¿Nico, qué número de ascenso es en tu carrera?
-El séptimo
-¿Hace unos meses me enteré gracias a Omar Moreira y Jorge Pizarro que venías a Huracán?
-Si, recuerdo que me llamaste por teléfono y te di esa novedad y además te dije que Luciano una pieza clave para Huracán, no iba a jugar acá, que se iba a Deportivo. Me dijiste como iba a hacer para reemplazar un símbolo de este Huracán y te dije que con trabajo.
-¿Desde aquel primer llamado en Julio a este presente, sería muy loco y poco creíble que me dijeras que se dio como lo pensaste?
-Mirá, cuando uno agarra un club, cree que conoce todo, pero por ahí desconoce algunas cosas y se da cuenta después. Yo agarro al club porque tenía una amistad con Omar y con Jorge, soy el delegado de Huracán ante la Federación desde hace un par de años. Esto se habló a principio de año cuando había cuatro ascensos, pero yo no podía. Quedó una charla pendiente para el Clausura, yo sabía que entrenando se podía ascender y bueno así se dio con Omar (Moreira) y Jorge (Pizarro) que me cumplieron en todo, en absolutamente todo lo que les pedí y así llegamos al objetivo, y sí, claro que creía que podíamos.
-¿Qué fue lo primero que hiciste al asumir?
-Yo sabía que había algunas desprolijidades desde la dirigencia de Huracán con el básquet, y que los chicos no jugaban de local en Pueblo Diamante, que estaban sin técnico y que habían terminado 8° en el Apertura, entonces lo primero que les pedí a Jorge y Omar que recuperemos la localía, donde los chicos jugaron toda la vida. Después algunos detalles que se mejoraron, yo venía a jugar con Banco y no teníamos agua caliente, hoy los visitantes se pueden bañar tranquilos.
-¿Qué te encontraste cuando viniste por primera vez?
-Mirá, Fabián, había pocos jugadores, creo que hice cerca de 80 llamados a jugadores, ex jugadores y posibles refuerzos de Alvear, de Malargue y de San Rafael, esa noche que llegué fuimos a cenar con los dirigentes y les pregunté qué teníamos, ahí sale el tema del hijo de Jorge (Pizarro), Agustín, figura clave para el título. Lo de Jorge si me permitís es para destacar, su hijo no jugaba hacía unos meses y él seguía apoyando y haciendo el papel de dirigente. Cuando los hijos no juegan, el 99% de los dirigentes deja de serlo, él no dejó por suerte.
-¿Fue muy difícil convencer a Agustín?
-Le pedí el teléfono al padre, lo llamé y lo convencí para que se sumara al proyecto, y no, no fue complicado, él también tenía ganas. Y bueno así comencé a sumar jugadores, hablé con Juan Manuel, le llamé a mi amigo el «Pollo» Morales, un gran jugador de Alvear, no lo podía convencer hasta que me dio un medio si y ahí ya fue mío (risas). Después hice una búsqueda de jugadores, preguntando, yo necesitaba un 4, no quería que tuviera gol, no me importaba eso, quería un 4 fuerte con marca, con rebote y ahí vino Rubio, que lo llamé un lunes y ahí nomás se sumó. No me quiero olvidar de Tomás Cerquera, que lamentablemente no pudo terminar con nosotros por una lesión en el tobillo.
-¿Cuál fue la clave de este éxito, luego de empezar muy de abajo, muy de cero?
-Fueron varios factores, el primer día les dije que esto era un sueño, tanto para ellos como para mí, que yo no venía a perder el tiempo, era un viaje largo y que teníamos que llegar lo más lejos posible. El objetivo que les puse a los chicos era salir entre los cuatro primeros del campeonato y llegar a semifinales. Se dieron un par de cosas, tuvimos mejor juego de visitante que de local, los chicos respondieron a la perfección, mira que hay que ganar 10 partidos de visitante. El compromiso y las ganas de ellos, también fue fundamental.
-¿Pero cuál fue el clic, más allá de lo táctico, la clave fue la confianza, el trabajarles la cabeza?
-Darles confianza, un poco más de roce, que creyeran que las cosas se les iban a dar. Fue en cada momento un mensajito a un jugador, una llamadita a otro, estar encima de ellos individualmente para decirles que los necesitaba o si no jugaba que no se cayera porque sería útil en cualquier momento, fue un trabajo psicológico importante. Otra cosa que creo que es importante, me puse la camiseta de Huracán, no nos daban ni dos pesos, y los defendí en todos lados. Cuando salimos campeones amigos del básquet me decían que no lo podían creer, nosotros si creímos y llegamos.
-¿En la parte final los chicos pusieron un plus, jugaron lesionados, por ejemplo el «Pino» Rodríguez que jugó la segunda final en Rivadavia con una fractura en su mano?
-Sí, es así sorprendimos en las 18 fechas, no daban dos pesos, es un poco brusco decirlo, pero nunca fuimos candidatos. El apoyo familiar que hubo, los recortes en los camarines de Toquedeportivo o Salto Inicial, Los chicos pusieron mucho amor y compromiso, como decís jugaron lesionados, y creyeron en un sueño. Cuando faltaban 8′ en Rivadavia les hice mirar el tablero en un minuto pedido, y no entendían, les repetí que miraran y les dije, chicos quedan 8 minutos para cumplir el sueño de todos. Faltando un par de minutos repetí la técnica, Pizarro estaba acalambrado, el Pollo no daba más, el Pino con la mano quebrada, tenía que trabajarles la cabeza, para que se dieran cuenta que era lo último, el pechón final, si perdíamos allá, perdíamos el título, teníamos jugadores fundamentales que no iban a llegar.
-¿Tendrás agradecimientos imagino?
-Al Fede Martos que me dio una mano terrible entrenando a los jugadores, soy un agradecido a él. Al «Pollo» Morales y a su señora que lo convenció, es un crack adentro y afuera de la cancha. Cuando jugamos con Maipú ella y la mamá de Fede Moreira decoraron el camarín para nosotros, unas genias. A los dirigentes que me apoyaron en todo y cumplieron en todo, por supuesto a los jugadores, mira yo estuve en muchos equipos, pagos, no pagos, pero el cariño que me brindaron en Huracán y el sacrificio que le ponen todos cada uno desde su lugar, es una cosa de locos y eso te mete más adentro el club, porque ves que tienen ganas de seguir, de aprender a pesar de tener todo en contra.
Un loco, un obsecivo, un enfermo, todos apelativos válidos para Nico Reig, pero sobre todo un apasionado de la naranja, con siete ascensos sobre el lomo, algo debe entender no? Ojalá puedan seguir todos, por el bien del básquet de Huracán, parece imposible, pero para el «globo», los imposibles no existen.
Por Fabián Segura/Toquedeportivo.com