Algo que pintaba para la mayor felicidad en la historia terminó como la amargura inolvidable: en el Mundial 2002, la ausencia de un fallo arbitral (el griego Pitsilkas) le negó el título a la Generación Dorada de un joven Manu Ginóbili. ¿Te acordás? Que el domingo no se repita…
En una jugada, la felicidad mayor que podría haber generado el básquet argentino, finalmente se convirtió en la tristeza mayúscula, un dolor que se sentía agudo en el pecho. Para quienes vivieron ese momento, en Indianápolis o en la Argentina y el mundo por TV, no lo pueden recordar de otra manera.
Como en este Mundial de Básquet, una joven Selección defendía a morir y daba la sorpresa en el 2002: primero, venciendo a Estados Unidos 87-80 el 6 de septiembre por la segunda ronda, derrota que le cortó al Dream Team un invicto de 58 partidos, y segundo, llegando a la final el 8 ante el poderoso Yugoslavia, que todavía no estaba dividida en Croacia, Serbia, Montenegro, por lo cual contaba con un plantel espectacular.
La protesta de Sánchez a Pitsilkas (AFP).
Y les ganaba a los balcánicos, 74-73 con dos libres para Oberto, que metió uno. El genial Bodiroga igualó con sus dos libres; Argentina luego salió mal y perdió la pelota con dos libres, ahora para Divac, que falló. Faltaban 5s9 para el final, Sconochini atacó el aro y recibió una clara falta de Jaric. Eran dos libres para el capitán con tiempo cumplido, pero el griego Pitsilkas se tragó el silbato y la final se fue al suplementario. Finalmente Yugoslavia venció 84-77 y quedó la amargura gigante para Sconochibi, Manu Ginóbili, Oberto, Pepe Sánchez, Leo Gutiérrez, Chapu Nocioni, Wolkowyski, Montecchia y hasta un joven Scola (22 años) que salía por faltas (la de Divac) antes del alargue.
El dolor de un joven Scola (22 años). AFP.
Posteriormente se buscó a Pitsilkas, quien aceptó que había cometido un error, pero al cobrarle la falta a Scola sobre Divac (la cual existió), no dijo lo mismo de por qué se había tragado el silbato en la nítida infracción sobre Sconochini.
El domingo, Argentina juega la segunda final de su historia (en el 50 ganó en ronda final). La amargura de hace 17 años quedó en el recuerdo, hoy se siente la felicidad de un equipo que va por otra sorpresa. Puede ganar o perder, pero que sea sin la mano de los jueces.
Divac y Stojakovic festejan el título de Yugoslavia (AP).
Fuente: Olé