Diego Armando Maradona, hace exactamente 43 años, debutó con la selección absoluta de Argentina, con tan sólo 16 años y el propio “Maradó”, lo recordó el libro Diego Armando Maradona Yo soy el Diego, realizado por Daniel Arcucci y Ernesto Cherquis Bialo, de la siguiente forma:
“El domingo 27 (de febrero de 1977), el gran día, el del partido (amistoso ante Hungría)… Empezó el partido y enseguida, penal. Entonces pensé: “Bueno, esto es goleada, preparate Diego”. Pero cuando el arquero lo atajó me di cuenta que iba a ser muy difícil que jugara. Al toque llegó el golazo de Bertoni, y el segundo, y el tercero… y cada gol que hacíamos era como si me entrara una hormiga más en el cuerpo. Si la cosa seguía así, iba a entrar seguro.
Yo estaba sentado al lado de Mouzo; después seguían Pizzarotti, el doctor Fort y Menotti. Iban veinte minutos del segundo tiempo cuando el Flaco me llamó: ¡Maradona!, ¡Maradona!, dos veces me llamó. Me levanté y fui hasta donde él estaba. Me di cuenta que iba a jugar. Va a entrar por Luque, me dijo Menotti. Haga lo que sabe, esté tranquilo y muévase por toda la cancha. ¿Estamos? Eso me dio coraje.
Empecé a correr haciendo precalentamiento y ahí fue cuando oí que la tribuna coreaba mi nombre.¡Maradooó, Maradooó! No sé que me pasó. Me temblaron las piernas y las manos. Era un ruido bárbaro: la tribuna gritaba, lo que me había dicho Menotti me sonaba en la cabeza, el Japonés Pérez me alentaba; ¡Vamos, Diego, con fuerza!, y todo se mezclaba. Lo digo honestamente: tenía un julepe bárbaro.
La toqué enseguida. Sacó Gatti para Gallego y el Tolo me la dio a mí, de una. Lo hizo a propósito, me di cuenta de que era una gran muestra de compañerismo. Me la dio rápido para que tomara confianza, para que tuviera la pelota. Fue ahí cuando lo dejé solo a Houseman con un pase entre dos húngaros. Entonces me serené del todo. Me alentaba Villa, me cuidaba Gallego, Carrascosa me gritaba ¡buena, buena! aunque no la hiciera bien.
Terminó el partido y el primer abrazo lo recibí de Gallego: ¡Así te quiero ver siempre, Diego! ¡Así! Me parecía mentira… Cené y prendí la televisión para ver el partido. Me di cuenta de que me había equivocado varias veces, le di una pelota a Bertoni a la derecha, y el que estaba solo en la otra punta era Felman; quise gambetear a un húngaro y la engaché muy corta: me acordé de que en ese momento pensé hacerla larga y después me arrepentí; vi la patada que me dio un húngaro sin la pelota, pero por televisión duele menos. Después me fui a dormir. No soñé nada. Dormí como nunca”
¡GRACIAS MAESTRO!