La selección estrenará su camiseta suplente ante Estados Unidos. En el sorteo, el local quedó como equipo A y por eso usará la blanca titular.
El techo del estadio NRG deja entrar la claridad del sol. Aun así, los reflectores de led del estadio están encendidos y crean una sensación de día eterno, brillante. Afuera, en las calles de Houston, el aire se puede amasar, llevar de un lado a otro. Pesa. Y el sol lastima. Los termómetros marcan 34 grados, pero parecen 50. Adentro, apenas pasa los 20 grados. Refrigerar un monstruo como éste, con capacidad para 71.500 personas, debe llevar más que un par de generadores de aquéllos que se usan para dar luz en verano en algunos barrios de Buenos Aires. Pero no en vano el estadio lleva ese nombre: NRG (Energy, si se lo deletrea en inglés). Es primavera. Así, con este clima -y afuera probablemente lluvia- jugará Argentina por su sueño de una nueva final, la tercera consecutiva en grandes torneos. Mundial 2014, Copa América 2015 y ésta.
Hay sonrisas en la práctica argentina, que no es en el estadio, como la del anfitrión, sino en el campus de la Rice University. Hay buen humor. Alguna cargada. El típico toqueteo a la vista de todos. El lugar se llena de hinchas con camisetas celestes y blancas y del Barcelona. Algunos son argentinos. Otros, latinoamericanos de distintos países (Honduras, Guatemala, Cuba). Hay incluso yanquis que juran que hoy, como durante todo el torneo, gritarán por Messi. Por Messi más que por Argentina, un beneficiario colateral de la idolatría que despierta Leo en este país.
Será lindo verlo, toda una novedad inconcebible para nuestra idiosincracia.
Entradas agotadas
No hay quejas en el plantel, sino confianza. Nadie habla de ventajas, salvo de las propias. Si hay cansancio por los dos días menos de descanso con respecto al local, que no se note. Si las distancias son largas, hay que recorrerlas. Si el cambio de horario se siente, hay que despertarse igual. Abrir los ojos. Argentina es el candidato de todos: paga 1,62 en las apuestas, difícil encontrar algo menos redituable en toda la timba mundial (el que lo sigue es Chile, con 4,25, y después vienen Colombia, con 6, y Estados Unidos, que da 10 por cada dólar). Argentina es el número 1 del mundo y está obligado a recorrer un camino que lo ponga cara a cara con su sueño. Y a pasar por encima de cada adversidad. La lesión de Messi. La de Biglia. La de Di María. La de Nicolás Gaitán. El grupo siempre encontró respuestas en sus reservas futbolísticas y anímicas. Tuvo la jerarquía necesaria como para imponerse aun sin el mejor jugador del mundo, el que convierte en oro todo lo que toca, el que alcanzó el récord de Gabriel Omar Batistuta y ahora lo quiere pasar.
Que no sea nuestro techo…
Queda por mejorar, claro. La elaboración que es el sello copyright Martino, más allá de ese juego directo de presión en tres cuartos y velocidad que resultó letal. La tenencia para manejar los partidos cuando los rivales quieren reaccionar. Esta vez, la valla es este Estados Unidos en crecimiento, como antes lo fueron Chile, Panamá, Bolivia y Venezuela. Todos quedaron por el camino, rendidos. Pero esto no terminó. Faltan dos pasos. Hay que darlos para encontrar ese reconocimiento explícito, concreto, que sólo tienen los campeones. Para que esta generación que mantuvo en las altas cumbres al fútbol argentino cuando otros se cayeron, pueda por fin terminar con la maldición de 23 años sin títulos. Para que no haya peros. Ni deudas. Ni reproches. Ni lágrimas.
Más allá del techo de Houston está el cielo. Que nada lo tape.
Fuente: Olé.com.ar