Colaborando con la editorial de Toquedeportivo.com, cinco profesionales de nuestro medio, nos brindarán sus conocimientos en una entrega semanal, que compartiremos con todos ustedes. Hoy la columna del Licenciado Fernando Manuel Álvarez.
El Juego: Fuente de creatividad y orden
Podemos considerar al juego como fuente de creatividad ya que es una actividad dotada de finalidad interna, de estructura constelacional, y en la misma medida constituye una fuente de gracia y espontaneidad. Afirma López Quintás: ―Todo juego es creador de campos de posibilidades de acción dentro del cauce operacional de unas normas. En un tablero de ajedrez, estructurado conforme a determinadas reglas, situamos unas figuras dotadas de un valor funcional preciso, e iniciamos el juego. Al mover cada figura, aunque sea un sencillo peón, se abren una serie de posibilidades de ofensiva y contraofensiva. Cada nuevo movimiento de figuras altera el panorama de posibilidades operacionales. Esta alteración implica apertura de unas posibilidades de acción y obturación de otras. El alumbramiento de posibilidades de acción abre rutas, y en cuanto las abre funda sentido, da sentido a la acción realizada e ilumina el camino a seguir en la actividad posterior.
El que sabe jugar crea, al hilo del juego, posibilidades nuevas y cambiantes que son la luz misma que permite proseguir su tarea creadora. Por ello, se resalta como la característica y fin principal del juego la creación de espacios y en tal sentido se opone al mero acto de competir. El juego es una actividad en la que incesantemente se crean -o se intenta crear- ámbitos interrelacionales. En los juegos por vía de enfrentamiento -por ejemplo, el fútbol- cada equipo procura: 1) crear los ámbitos que favorecen su acción (consistente en abrir líneas expeditas para llegar al arco contrario e introducir en él la pelota, lo que implica la succión total del espacio lúdico del adversario) 2) desarticular los ámbitos creados por el equipo contrario. Toda acción realizada en el juego tiende a un mismo fin y se halla así engranada en un conjunto estructuralmente trabado. El fin y el principio se entreveran, y, al hacerla, brota el sentido de la acción orgánicamente estructurada. Esto nos lleva a concluir aseverando que ―el juego es una actividad creadora que lleva en sí su principio y su fin y, consecuentemente, su sentido pleno.
En otro orden de cosas pero estrechamente ligado, es muy interesante observar la relación que se da entre la obediencia a las reglas y la promoción de la libertad. Podemos afirmar que no necesita el juego la inclusión de una finalidad externa para poseer sentido, pues encierra en sí todo lo necesario para alumbrar sentido sobreabundantemente. Basta que los jugadores adopten la disposición adecuada para crear juego. La actividad lúdica es creadora de sentido por ser una actividad reglada que somete al jugador a unas normas determinadas con el fin de promocionar su libertad y su creatividad. El juego es todo él un ámbito resplandeciente, campo de luz donador de sentido y engendrador de belleza porque tiende esencialmente a crear un campo de libertad, de opciones siempre nuevas, dentro de un cauce de posibilidades. Para ejemplificar esta idea se puede decir que si el juego debe tener en sí su sentido, con razón se afirma que un equipo «ha vencido, pero no ha convencido» cuando ha ganado una competición sin crear juego. Cuando se crea juego dentro del cauce establecido por las normas se vence, no es el jugador quien vence al otro; es el juego por él formado el que se sobrepone -debido a su carácter creador de ámbitos- al juego del otro, y por eso pueden los contendientes, al término del juego, saludarse como caballeros. ―Se convence cuando se realiza una labor de creación lúdica, actuando libremente en vinculación a las normas que regulan en cada caso la creación de juego. Por el contrario, cuando una persona realiza acciones sin atenerse a ninguna instancia que le dé sentido, tal actividad se convierte en mera agitación y la acción será dispersa, desarticulada, falta de unidad y finalidad y por lo tanto, carente de significado. Justamente es este carácter estructural del juego el que le otorga su elegancia, ligereza y gallardía. Estas cualidades surgen del dominio que se logra sobre lo disperso cuando se lo somete a un orden. Gracias a este poder configurador, que vibra en cada elemento y momento del juego, toda acción lúdica particular cobra un poder singular de vibración que la vincula al contexto en que se da y le confiere un poder de repercusión que la colma de sentido. Por eso el entorno del jugador también participa. Esta vinculación le da ese carácter alado, ágil, leve. Por el contrario, cuando falta esa vinculación, la acción lúdica cae sobre sí y se carga de una insoportable pesadez, fenómeno opuesto a la gracia. Es lo que acontece en el deporte cuando le falta constructividad, labor de conjunto.
Huizinga también ha resaltado la relación juego-orden cuando dice: ―dentro del campo de juego existe un orden propio y absoluto. He aquí otro rasgo positivo del juego: crea orden, es orden. Lleva al mundo imperfecto y a la vida confusa una perfección provisional y limitada. El juego exige un orden absoluto. La desviación más pequeña estropea todo el juego, le hace perder su carácter y lo anula.
Podríamos preguntarnos de dónde brota la fuerza expresiva, la gracia y la gallardía del juego. López Quintás afirma que surge de la confluencia de la riqueza expresiva y la facilidad técnica. Esta confluencia se traduce en naturalidad y espontaneidad. Cuando un ejecutante musical entra en contacto -a través de los signos de una partitura- con la obra musical, se mueve a nivel de formas musicales, dialoga con ellas, es inspirado por ellas en su actividad ejecutiva, y las expresa en su instrumento preferido, sin que los múltiples elementos técnicos que implica la ejecución interpongan una distancia de alejamiento entre el ejecutante y las formas. ―La partitura, el instrumento, los conocimientos técnicos juegan un papel indispensable en el acto de ejecución, pero mediante el dominio que tiene sobre ellos el ejecutante cobran en el dinamismo del proceso de interpretación una peculiar transparencia que permite al artista entrar en relación inmediata con la obra en cuanto tal. Los elementos técnicos se adelgazan, pasan a un segundo plano discreto, y ganan una sorprendente levedad al ser asumidos en el proceso expresivo, que es proceso transfigurador. De igual modo, cuando un jugador entra en el campo de juego los diversos mecanismos del acto motor, los contenidos técnicos específicos, la estrategia motriz, la técnica individual, grupal y de conjunto, la táctica individual, grupal y de conjunto, los espacios naturales o provocados, el tiempo de juego, el reglamento de juego, la comunicación motriz se conjugan para conformar el juego. El dominio de la técnica, concebida como ―modelo ideal de un movimiento relativo a la disciplina deportiva― es la imagen ideal de una secuencia de movimiento, basada en conocimientos científicos, teoría y experiencias prácticas. Todos estos elementos se unen a las capacidades y características individuales y grupales que dan a luz al juego. Este ensamblamiento acrecienta el valor expresivo de cada elemento, que resulta así potenciado y, en consecuencia, dotado de gracia y plasticidad.
Podemos concluir que es el juego una fuente de creatividad y orden fundamental para la formación integral del hombre, que debe ser puesta en vigencia en forma permanente por los distintos educadores de la actividad física buscando con ello dotar al jugador de una mayor riqueza y libertad de movimientos. Si esto se plantea así, entonces sentémonos a disfrutar.