Siempre la situación de reemplazar al mejor futbolista del planeta genera una sensación de desamparo, de fragilidad. Es como si el mundo ahí se terminara. Jugar sin Messi representa un inmenso desafío colectivo. Es disimular su ausencia lo máximo posible. Es sostener la misma idea con convicción. Es demostrar que hay equipo. Es, al cabo, todo eso que supo dibujar Argentina aquí, en este rincón californiano, nada menos que frente a Chile, el rival-fantasma, el que lo había vencido en la final de la Copa América 2015, el que lo había encerrado en marzo en el segundo tiempo, el que más dificultades le había provocado en esta “Era Martino”. La Selección respondió sin Messi, pero dejó un mensaje global más trascendental: el equipo crece. Eso es vital con o sin el mejor.
Entre dos selecciones que apuestan a la presión y a la posesión, iba a ser clave la pelea por la pelota en la mitad de la cancha.
Al cabo, en esa pulseada central, en el primer tiempo, daba Chile la sensación de mayor fluidez, pero Argentina se sentía cómoda cuando volaba hacia los espacios vacíos en velocidad con ese rayo que es Di María.
Hubo un rato de dudas cuando Argentina fue abordada por las imprecisiones, todo coincidente con una modificación llamativa: trocaron bandas Gaitán y Di María, que estaban cómodos, y ambos se diluyeron. Ahí Chile viajó de las insinuaciones al peligro. Ahí surgieron dos individualidades defensivas que salvaron un par de momentos cruciales: Romero le tapó un mano a mano a Alexis Sánchez, tras una salida imperfecta de Funes Mori, y Rojo evitó un gol con un cierre justo cuando Vargas esperaba para empujarla. También un equipo ganador necesita que lo rescaten cuando las circunstancias lo desbordan.
El resultado, al final, se quebró en la pulseada por la presión. Después de que Chile amenazara en el inicio del segundo tiempo, Argentina, dejando salir al adversario unos metros, apretando y con dos recuperaciones a pura intensidad, encontró la luz. Primero, Augusto Fernández ahogó a Aránguiz, Banega completó anticipándolo y abrió a Di María para que sacara el latigazo que festejó emocionado con su abuela que lo ilumina desde el cielo. Y al ratito, Di María le devolvió gentilezas a Banega para que definiera con un roce como cómplice, en una acción nacida en una pelota que rescató Gaitán con esfuerzo cerca de la mitad de la cancha y luego pasó por Mascherano.
Argentina ganó y se perfila como líder del grupo, porque se supone que acumulará los seis puntos ante Panamá y Bolivia, pensando en cuartos de final, contra Uruguay o México. Sin Messi, lo hizo de nuevo. Como un equipo de verdad.
Fuente: Clarín.com.ar